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miércoles, 31 de agosto de 2011

HISTORIA DE LA ISLA DE TAQUILE

La historia de Taquile se encuentra vinculado a mitos y leyendas, los mismos que le otorgan un carácter mítico y enigmático. Una versión popular denomina a la isla como Intika (la flor del sol).
A decir de José Matos Mar, en una revisión cuidadosa de todos los cronistas de los siglos XVI y XVII casi no se ha encontrado referencia al nombre aborigen de la isla. La única mención es la del padre Murúa. Quien la denominó Taquilli y además la consideraba una guaca (lugar de adoración).
Según el padre Murúa que llegó al Perú en 1577, quien fuera cura de Capachica en 1590, “…el nombre de estás islas (Amantaní y Taquile) corresponderían a la de dos Guacas, que el demonio les debió revelar; la de Amantaní, poblado por indios reducidos en la visita  del Virrey Dn. Francisco de Toledo. Taquilli es la otra isla donde se adoraba otra guaca del mismo nombre…” (de la obra Historia de los Incas, Edit. Bayle, 1946, pág. 215)
Para José Matos Mar, quien hiciera investigaciones en la isla (1951) el nombre de la Isla derivaría del primer propietario español Pedro Gonzáles de Taquila, quien en la segunda mitad del siglo XVI habría comprado en remate la isla conjuntamente con la de Amantaní[1], al Rey Carlos V de España. La que en boca de los isleños se transformó en Taquile (palabra derivada del apellido Taquila).
Pedro Gonzales de Taquila no dejó herederos varones, únicamente tres hijas las cuales supuestamente vivían en Arequipa (Ref. Cúneo Vidal). Al no tener descendencia masculina, es probable que sus pertenencias acabaran con su muerte, siendo abandonada las islas período en el cual los isleños hicieron un usufructo total de las tierras, como en períodos prehispánicos.
A lo largo de la época colonial, la isla cambió sucesivamente de propietarios españoles y después mestizos, incluso hubo períodos en el que los indígenas isleños hicieron usufructo total de las tierras.
Podemos destacar a Pedro Pacheco de Chávez quien se convirtió en el segundo propietario, desde 1644 a 1654. La familia Aparicio como tercer propietario hasta 1753, periodo en el cual las tierras habrían sido fraccionadas. A la muerte de Salvador Aparicio, la propiedad es vendida a Juan Antonio Bravo de  Saravia, vecino de Puno, azoguero, dueño de minas y socavones reales; a partir de ahí se iniciaría un proceso de compra a los poseedores de propiedades en las islas de la familia Aparicio, realizado por la señora María Rosa Bravo de Núñez de los Cuentas (hija de Juan Antonio Bravo de Saravia). De esta forma, el 30 de abril de 1757, en la isla de Amantaní el comisionado  Antonio de Espinoza da posesión de las islas a Silvestre de los Cuentas, que representaba a su mujer Rosa Bravo de Núñez (proceso que no culminó por la muerte de la señora y que fue continuada por sus hijos). En la primera mitad del siglo XIX se produciría nuevamente un fraccionamiento de las tierras de las islas en manos de los herederos de los Cuentas y Cáceres y Cuentas y Bravo, en la segunda mitad del siglo XIX heredaron las tierras de las islas Los hijos de Juan Emeterio de los Cuentas, los San Román heredaron  de Gregoria de los Cuentas y Bravo y los Núñez dieron origen a la propiedad de los Galindo y Flores.

A partir de 1928 que surge el deseo de los taquileños de recuperar la propiedad de la isla.

Prudencio Huatta  encabezó  el proceso a través del cuál los antiguos colonos indígenas  de la isla consiguen obtener su propiedad.

Por su aislamiento en el lago, lo que le daba mucha seguridad, Taquile fue usada como prisión política, en varias épocas. Entre sus presos destacan el Comandante Luís M. Sánchez Cerro, quien fuera presidente del Perú entre 1930 – 31. El contacto con él les alentó el afán  de recuperar la propiedad de las tierras  y en 1937 los taquileños efectúan sus primeras compras de tierras y fue hasta 1950 en que los habitantes lograron reapropiarse de la isla comprándola paulatinamente a los grandes propietarios.


[1] MATOS MAR, José. La propiedad en la Isla de Taquile. 1957. pág. 12

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